Eduardo Matias – Las tensiones planetarias en el límite – julho – 2014, 4p.
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Eduardo Matias – Las tensiones planetarias en el límite – julho – 2014, 4p.

Estamos a atingir límites en varios niveles. Ahora mismo, somos muchos: siete mil millones de habitantes, 80 millones más a cada año, y todos queriendo consumir más. Y si no lo quisieran, ahí está la publicidad para moldearlo, desde niño, en máquinas de consumo obsesivo.
Autor
Ladislau Dowbor
Tamanho
4 páginas
Editora
Ano
Estamos a atingir límites en varios niveles. Ahora mismo, somos muchos: siete mil millones de habitantes, 80 millones más a cada año, y todos queriendo consumir más. Y si no lo quisieran, ahí está la publicidad para moldearlo, desde niño, en máquinas de consumo obsesivo.

Una imagen ayuda: cuando nació mi padre, en 1900, había 1,5 mil millones. Y mi padre, en términos históricos, es ayer. Mi padre utilizaba la fuerza física. Yo utilizo, con mi automóvil, diversos aparatos y combustibles, 150 veces más fuertes. Nos hemos tornado muy poderosos. Pero el planeta no cambió de tamaño. No es una cuestión de optimismo, pesimismo o catastrofismo, sino de ser cuerdo. Hay que aprender a nos limitar, a utilizar de manera inteligente lo que tenemos.

Muchos ya se encuentran limitados en el consumo por la simple tragedia social acumulada. El Banco Mundial presenta los The Next 4 Billion, los cuatro mil millones que según la expresión elegante “no tienen acceso a los beneficios de la globalización”, es decir, son pobres. De estos, cerca de dos mil millones viven con menos de dos dólares al día, un mil millón con menos de 1,25 dólares, 850 millones pasan hambre –de los cuales 180 millones son niños, que a su vez mueren de 10 a 11 millones por año por causas ridículas, pero sobre todo, por la fragilidad generada por el hambre.

En el nivel social, nuestro sistema es explosivo. Unos de congratulan con el copo a medio llenar, pero para los efectos de direccionamiento de nuestras políticas públicas y privadas, es necesario focalizar el copo como medio vacío. Enfrentar de manera propositiva lo que es absurdo e inaceptable.

Eduardo Matias va directo a las causas cuando analiza “las dos grandes crises que afligen a la humanidad: la ambiental, que será nuestro enfoque principal, y la financiera, que merece ser abordada no apenas porque el contexto económico resultante perjudica el combate a los problemas socio-ambientales, mas también porque, en la raíz tanto de una cuanto de otra, están el mismo tipo de mentalidad y los mismos incentivos equivocados”. El problema de mentalidad es un problema sin duda de todos nosotros, pero el de los “incentivos equivocados” es sistémico, y se trata aquí de las reglas del juego, de las instituciones que nos rigen, de los pactos sociales que heredamos.

En otras palabras, es el proceso decisorio de cómo utilizamos nuestros recursos que está en el centro del debate. La culpabilización es fácil, y siempre habrá dedos a apuntar a los responsables, a canalizar rabias. Pero la búsqueda por procesos decisorios que hagan que la sociedad funcione de manera sostenible exige la comprensión de mecanismos y deformaciones.

Nuestro problema no es de recursos, sino de políticas públicas, responsabilidades corporativas y nuevos pactos sociales que este pequeño planeta precisa construir. Una cuenta simple ayuda a comprender el desafío: con siete mil millones de habitantes y 70 billones de dólares de bienes y servicios producidos anualmente en el planeta, una distribución razonable aseguraría básicamente 3,5 mil dólares al mes por familia de cuatro personas. Podemos todos vivir de manera digna y confortable.

En esta línea, Matias presenta, a través de sistematización que abarca las diversas dimensiones de la sustentabilidad, las responsabilidades tanto de las empresas, como del Estado, ONGs, medios de comunicación y organizaciones multilaterales. En el caso de los bienes comunes, por ejemplo, que rápidamente son dilapidados en el planeta, buscar los mecanismos de gestión correspondientes: “Los bienes comunes no se administran solos. Ellos demandan reglas sociales e instituciones. Entonces, ¿que tipo de reglas podría llevar los bienes comunes a ser preservados?

Al rescatar el papel de los diversos actores sociales, y de las articulaciones necesarias –enfoque que traspasa todo el trabajo- el autor busca mostrar “cuanto el compartir el poder y las normas comúnmente acordadas serían la clave para el suceso de la gobernanza de la sustentabilidad.”

Huyendo de la crítica demasiado fácil al Estado, Matias resalta la importancia de los actores no estatales en la gobernanza ambiental global: “Esa categoría incluye las ONGs, que siempre tuvieron un papel de reivindicar más gobernanza ambiental y tienen funciones importantes de generación de agendas y conocimiento y de monitoramento. Abarca también la academia y la media, que pueden influenciar la manera como la gobernanza ambiental global es concebida e implementada. Incluye, por fin, las empresas, cuyo envolvimiento y apoyo son cada vez más necesarios para se gobernar globalmente. Y hay, aún la opinión pública, que presiona y puede dictar el comportamiento de los demás actores”.

Particular atención es dada a las corporaciones, que hoy se agigantaron a punto de manejaren más recursos de que la mayoría de los Estados, sin la responsabilización correspondiente. “Más común es que las empresas se pongan en la defensiva y recusen a actuar de forma transparente al constatar estar causando algún daño. Es pena que así sea, principalmente porque la revolución tecnológica facilitó el diálogo y la formación de sociedades con los stakeholders”.

El autor ve como necesaria una revisión del proceso decisorio de las corporaciones: “La sustentabilidad no es una tarea secundaria que podría ser relegada al departamento de relaciones públicas o de responsabilidad social. El deber de implementar la agenda del triple-bottom-line es de la dirección de la empresa, del consejo de administración”.

Volvemos aquí al concepto tan importante de los “incentivos equivocados”, hoy muy estudiados en el planeta, en esta revisión de las reglas del juego que tenemos por delante. ¿Qué espacio tienen los administradores de una empresa, cuando los accionistas son grandes inversionistas institucionales que imponen a hierro y fuego la maximización de la rentabilidad y el enfoque en el corto plazo?

La temática es muy actual y ha sido el centro del debate en el Fórum de las Naciones Unidas sobre Empresas y Derechos Humanos. En las palabras de Joseph Stiglitz, “algunas corporaciones asumieron la visión de que no es tarea suya determinar que es lo cierto o errado; esto es responsabilidad del gobierno. Su papel es maximizar los lucros, en el marco de las leyes y reglamentaciones. Pero hay cierta ambigüedad (desingenuousness) en esta posición. Puesto que muchas empresas han asumido papel activo en la definición de leyes y reglamentaciones. Con demasiada frecuencia, han promovido leyes y reglamentaciones que han dado poco espacio a los derechos de los trabajadores y de los consumidores y a la protección del medio ambiente”.

El enfoque en las corporaciones es inevitable. Matias recuerda que “las ventas conjuntas de las doscientas mayores empresas del mundo superan la suma de la producción de todos los países, con excepción de los diez más ricos”, y que “la Shell emite más CO2 que Arabia Saudita, a Amoco más que Canadá, la Mobil más que Australia y la BP, Exxon y Texaco más que Francia, España y Holanda. Mitad de las emisiones de gases causadores del calentamiento global es generada por empresas transnacionales”. La verdad es que las mismas empresas que generan el problema tendrán que ser parte de la respuesta.

El trabajo de Eduardo Matias es muy útil, refuerzan estudios semejantes que hemos encontrado con José Eli da Veiga, Ricardo Abramovay, Liszt Benjamim Vieira y otros. Con numerosas sistematizaciones e investigaciones científicas, estamos adquiriendo materia prima, en términos de conocimientos organizados, para expandir una toma de consciencia más amplia de la dimensión de los cambios que se imponen.

Pero todavía estamos muy lejos de un nivel de comprensión suficientemente enraizado en la sociedad para que las cosas comiencen realmente a suceder. Los medios tendrían aquí un papel muy importante a cumplir. Para el cotidiano de las personas, el corto plazo es mucho más confortable. Ver las nubes en el horizonte es bien menos. El peligro de las amenazas sistémicas es que exige acción articulada de actores sociales que prefieren hablar mal unos de los otros. Y el peligro de los problemas que se materializan inexorablemente, pero en el largo plazo, es que constituyen catástrofes en cámara lenta. Y las respuestas, en cámara aún más lenta.

Las ventanas del tiempo se están cerrando. Y no se trata de amenazas académicas: se trata de nuestra sobrevivencia. Lamentablemente, este libro, una bella lectura, tiene un título perfectamente realista: Planeta Sustentável (Planeta Sostenible).

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